“Hoy en el camino….”
Evangelio
de San Lucas 24, 13-35
Vamos
caminando desde la ciudad a Emaús. No está lejos. Vamos conversando. Recordamos
con nuestra peregrinación, desde la ciudad hacia el Santuario del Sur del
Mundo, que nuestra vida es un gran camino, una gran peregrinación. Hablamos de
lo que nos pasa, de lo que pasa en la ciudad, de las noticias del día: la
tensión en Ucrania.., la educación en Chile.., Alexis Sánchez.., sistema
frontal y lluvias sobre Chile,... de nuestras experiencias personales, nuestras
familias, nuestros amores y desencantos,.. Hace frío.
Con
quienes converso son mis amigos. Les cuento mi vida. Cleofás ha estado en
Jerusalén durante los días de la muerte
del Maestro. Viene triste. Es un
discípulo de Jesús. Yo soy el otro discípulo quien camina con él. No importa mi
nombre. Podrías ser tú, podría ser yo, podría ser un@ joven de la foto,.. y me cuenta: Aquel mismo día iban dos
de ellos a un pueblo llamado Emaús, que dista sesenta estadios de Jerusalén, y
conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. Yo reconozco que mi vida es un camino de Emaús. Jesús se acercó a
ellos y caminó a su lado; pero sus ojos estaban como incapacitados para
reconocerle. Era para nosotros un extraño. Se unió a nuestra
caminata e hicimos el camino con Él.
Estaba, al parecer, poco
informado de lo que le pasaba en la ciudad y comenzó a preguntarnos. Cleofás, le
respondió: «¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que
han pasado allí éstos días?»
Sigue nuestro paso y la
conversación continúa. De pronto comienza hablarnos y explicarnos la escritura.
Hasta nos reprende: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que
dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso para entrar
así en su gloria?» Ya llegamos al pueblo. Llegamos a casa con la
tristeza del día vivido pues el Maestro ha muerto. El peregrino parece querer
seguir su camino pero como es muy tarde lo invitemos a nuestra casa. Le
ofrecemos agua para sus pies y lo invitamos a compartir nuestra mesa. Se sienta
y hace un gesto que ya nos era conocido: Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la
bendición, lo partió y se lo iba dando. Ahí recordamos ¿Esto es lo
que hacía el Maestro Jesús? ¡Es Él¡ ¡Está vivo¡
No pueden
imaginarse lo que significó para nosotros ese camino. ¡Lo habíamos encontrado¡ ¡Lo
habíamos visto resucitado¡ ¡Había partido el Pan para nosotros¡ Entonces nos
dimos cuenta: «¿No estaba ardiendo nuestro corazón
dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las
Escrituras?» Fue el encuentro de
nuestra vida. Cambió nuestra existencia. Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén. No
podíamos quedarnos sentados. Volvimos inmediatamente corriendo a encontrarnos
con los otros hermanos de la comunidad a comunicarnos la alegría y la seguridad
de lo que habíamos visto. Todos seguían reunidos. Y también ellos había tenidos
su experiencia de encuentro con Él. Encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con
ellos, que decían: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a
Simón!» Nosotros les contamos lo que habíamos vivido. Todos
renacemos de nuevo. Y comenzamos a juntarnos
con más frecuencia, en el Templo y en nuestras casas. Ya era cierto. El Maestro
había resucitado. Nosotros somos testigos de ello y eso les contamos. Ahora
nuestra vida es un Gran Camino de Emaús, no desde Jerusalén a nuestro
pueblecito sino desde nuestra vida, nuestras inquietudes y conversaciones
cotidianas, nuestros fracasos, compartiendo cuando Él parte el Pan para
nosotros en nuestras asambleas con Pedro, con Santiago, con los Onces, con
todos nuestros pastores, con los hermanos, hasta que Él vuelva. Porque Hoy es
el Primer Día de la Semana, el día Domingo, el Día del Señor, el Día del Resucitado. Hoy, en el
Camino hemos visto al Señor. Saludos.
P. Esteban
Merino Gómez, sdb.
.png)
No hay comentarios:
Publicar un comentario