5/03/2014

MINUTO DOMINICAL
“Hoy en el camino….”

04 de Mayo de 2014. Domingo 3° de  Pascua-  Ciclo A
Evangelio de San Lucas  24, 13-35
                     
Vamos caminando desde la ciudad a Emaús. No está lejos. Vamos conversando. Recordamos con nuestra peregrinación, desde la ciudad hacia el Santuario del Sur del Mundo, que nuestra vida es un gran camino, una gran peregrinación. Hablamos de lo que nos pasa, de lo que pasa en la ciudad, de las noticias del día: la tensión en Ucrania.., la educación en Chile.., Alexis Sánchez.., sistema frontal y lluvias sobre Chile,... de nuestras experiencias personales, nuestras familias, nuestros amores y desencantos,.. Hace frío.
Con quienes converso son mis amigos. Les cuento mi vida. Cleofás ha estado en Jerusalén durante los días  de la muerte del Maestro.  Viene triste. Es un discípulo de Jesús. Yo soy el otro discípulo quien camina con él. No importa mi nombre. Podrías ser tú, podría ser yo, podría ser un@ joven de la foto,..  y me cuenta: Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que dista sesenta estadios de Jerusalén, y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. Yo reconozco que mi vida es un camino de Emaús. Jesús se acercó a ellos y caminó a su lado; pero sus ojos estaban como incapacitados para reconocerle. Era para nosotros un extraño. Se unió a nuestra caminata e hicimos el camino con Él.
Estaba, al parecer, poco informado de lo que le pasaba en la ciudad y comenzó a preguntarnos. Cleofás, le respondió: «¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que han pasado allí éstos días?» 

Sigue nuestro paso y la conversación continúa. De pronto comienza hablarnos y explicarnos la escritura. Hasta nos reprende: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso para entrar así en su gloria?» Ya llegamos al pueblo. Llegamos a casa con la tristeza del día vivido pues el Maestro ha muerto. El peregrino parece querer seguir su camino pero como es muy tarde lo invitemos a nuestra casa. Le ofrecemos agua para sus pies y lo invitamos a compartir nuestra mesa. Se sienta y hace un gesto que ya nos era conocido: Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. Ahí recordamos ¿Esto es lo que hacía el Maestro Jesús? ¡Es Él¡ ¡Está vivo¡

No pueden imaginarse lo que significó para nosotros ese camino. ¡Lo habíamos encontrado¡ ¡Lo habíamos visto resucitado¡ ¡Había partido el Pan para nosotros¡ Entonces nos dimos cuenta: «¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?» Fue el encuentro de nuestra vida. Cambió nuestra existencia. Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén. No podíamos quedarnos sentados. Volvimos inmediatamente corriendo a encontrarnos con los otros hermanos de la comunidad a comunicarnos la alegría y la seguridad de lo que habíamos visto. Todos seguían reunidos. Y también ellos había tenidos su experiencia de encuentro con Él. Encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, que decían: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!» Nosotros les contamos lo que habíamos vivido. Todos renacemos de nuevo. Y comenzamos  a juntarnos con más frecuencia, en el Templo y en nuestras casas. Ya era cierto. El Maestro había resucitado. Nosotros somos testigos de ello y eso les contamos. Ahora nuestra vida es un Gran Camino de Emaús, no desde Jerusalén a nuestro pueblecito sino desde nuestra vida, nuestras inquietudes y conversaciones cotidianas, nuestros fracasos, compartiendo cuando Él parte el Pan para nosotros en nuestras asambleas con Pedro, con Santiago, con los Onces, con todos nuestros pastores, con los hermanos, hasta que Él vuelva. Porque Hoy es el Primer Día de la Semana, el día Domingo, el Día  del Señor, el Día del Resucitado. Hoy, en el Camino hemos visto al Señor. Saludos.



         P. Esteban Merino Gómez, sdb.

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