MINUTO
DOMINICAL
“Hemos visto al Señor”
27
de Abril de 2014.
Domingo 2° de Pascua- Ciclo A
Evangelio de San Juan 20, 19-3 1
Evangelio de San Juan 20, 19-3 1
“¡Hemos visto al Señor!”. El Maestro había partido habiendo sido ignominiosamente ejecutado en una cruz, colgado en un madero (Al final lo mataron colgándolo de un madero. Hech 10, 39. Cristo nos rescató de la maldición de la ley
haciéndose por nosotros maldición; porque está escrito: Maldito el hombre que pende del madero Gál 3,13; Porque es maldito el
colgado de un árbol Dt 21, 23).
Estábamos desconcertados y asustados. Tres días atrás estaba con nosotros
compartiendo una cena y lavándonos los pies como gesto de acogida y servicio.
Es el Primer día de la Semana, el día después del Sábado, nuestro Domingo. Nos
hemos reunido con temor, preocupación e inquietud. Tememos que nos pase lo
mismo que al Maestro. Algunas mujeres de nuestro grupo nos han inquietado, pues fueron muy de mañana al sepulcro y, al
no hallar su cuerpo, volvieron hablando de una aparición de ángeles que decían que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y hallaron todo tal como habían dicho
las mujeres, pero a él no lo vieron." (Lc 24, 22-24)
Y no sabemos nada más.
Nos hemos reunido para apoyarnos, cuidarnos
y ver qué haremos. Ya casi está anocheciendo. Las puertas están bien
cerradas. Nadie habla. Al
atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las
puertas cerradas por temor a los judíos.
Apareció
en medio de nosotros. Todos los vimos. Tomás no estaba en ese momento. No
podíamos ni hablar. Nos saludo de la forma judía: Shalom.
Silencio. No podemos creerlo todavía. Shalom:
“¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a Mí, Yo también los envío a
ustedes” En los breves momentos que está con mostros nos reconforta
y nos da una tarea: Al decirles esto, sopló sobre
ellos y añadió: “Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los
que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los
retengan”. Más
tarde profundizaremos sus palabras y la tarea que nos encomienda en ellas. Pero
es verdad. Es el. “¡Hemos visto al Señor!”.
Tomás llegó más tarde.
Todos nos arracimamos a él y se lo gritamos: “¡Hemos visto al Señor!”. Pero Él no lo cree. Es casi imposible pensar
que está vivo aquél que hace dos días hemos enterrado a toda prisa el vienes
por la tarde. “¡Hemos visto al Señor!” le
repetíamos. Pero él no lo había visto: “Si
no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de
los clavos y la mano en su costado, no lo creeré”.
Una semana más tarde,
también el Primer Día de la Semana, el Día Domingo: Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos
en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas
las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”.
Ahí pudo
verificar y convencerse de lo que le habíamos dicho. El mismo Jesús le mostros
las pruebas de su experiencia vivida: “Trae aquí tu
dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante
no seas incrédulo, sino hombre de fe” Lo visto era irrefutable y
Tomás, incrédulo antes, pero sincero siempre, reconoció al Maestro y confesó su
fe: “¡Señor mío y Dios mío!”.
Desde entonces se unió al testimonio
de todo el grupo. Nosotros Somos Testigos: “¡Hemos visto al Señor!”. Con los Testigos preeminentes de
la fe, que hoy día son canonizados: Juan el Papá XXIII, el papa del Concilio
Vaticano II y Juan Pablo el Papa II, el Papa Peregrino, en la Fiesta de
Quasimodo o de la Divina Misericordia, instituida por el Papa Juan Pablo II, proclamamos:
“¡Hemos visto al Señor!”. Saludos.
P. Esteban
Merino Gómez, sdb.
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