5/30/2015



MINUTO DOMINICAL
 “¡Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo¡”
31 de Mayo de 2015. SOLEMNIDAD  DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD.                                                    
Ciclo “B” - Evangelio de San Mateo 28, 16-20
 Este domingo, concluido Tiempo Pascual, nos presenta una síntesis de  nuestra Fe. Fe confesada, proclamada, orada, testimoniada, compartida, anunciada de forma misionera. Fe universal y de mi comunidad. Mi fe. Nuestra Fe. Nuestra fe que se confiesa viviéndola, se revitaliza confesando los pecados, se hace alabanza en toda celebración, y compromiso misionero de anunciar su presencia en el mundo y en la historia: Vayan, pues, y hagan que  todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,  y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he encomendado a ustedes.  
 Gloria al Padre: que escucha, que acompaña  a su pueblo en la historia,  que lo libera y lo salva con el envío de su Hijo. Padre, Abbá, que perdona, que nos espera como al hijo pródigo, al mayor y a menor; que sigue esperando a quien no quiso entrar  en  la fiesta y que se alejó de la casa del Padre.  Padre creador, que ha puesto la tarea de la ecología y de la economía de los bienes de la tierra en nuestras manos. Padre de todos los pueblos, que aunque le pongamos nombres diferentes no nos autoriza matar o dañar en su nombre. Padre que invita a compartir la tierra y la historia. Padre  del sufriente, de quien vive en la frontera. Padre misericordioso
Gloria al Hijo: Cristo el Señor. El Hijo que se hizo siervo en el sufrimiento y aprendió, en su cuerpo, nuestro camino humano, nuestros pasos y siguió nuestras huellas en su cuerpo como hombre.  Maestro  que hizo de su vida el mensaje y de su palabra la propuesta para un camino para sus seguidores. Guía, siempre cercano, como lo hizo con los discípulos de Emaús, en las alegrías y en las tristezas, en los éxitos y en los fracasos. Médico espiritual y físico, porque tomó sobre sí nuestro sufrimiento. Hijo Nacido humilde  para hacerse cercano a cada uno de nosotros, hijo de María, mujer sencilla de Israel, pobre, peregrino de la Palabra por las tierras de su Pueblo, hombre fiel y leal, tranparente para enseñarnos a ser Hijos, Hermanos y Señores. El Hijo, Hombre de las parábolas, de la bendición a los niños y a los enfermos, de las Palabras exigentes de juicio duro para los poderosos y los ricos, y de palabra de misericordia para la mujer pecadora. Hombre, Hijo de Dios, que ha vencido a la muerte y nos ofrece hacer el mismo camino. Y está esperándonos.
Gloria al Espíritu Santo: en cuyo tiempo vivimos, como animador de la fe de la Iglesia, de la comunidad y de la experiencia  de vida de cada discípulo. Espíritu que ora en nosotros.  Espíritu de libertad para el bien, de fuerza para el compromiso, de interioridad para reconoce el pecado.  Espíritu  de filiación por la adopción de Hijos de Dios, que da la confianza para reconocer el pecado y acudir a Dios Padre. Espíritu que ora en nosotros: Abbá. Espíritu que testimonia en nosotros, aún cuando no sabemos qué decir. Espíritu que nos congrega en comunidad, que nos abre nuestro corazón para ayudarnos a escuchar la Palabra de Dios, que nos  hace Iglesia y nos mueve a dar fruto como tierra buena, campo de Dios, en la que su Hijo ha sembrado la semilla del Reino.
Esta es nuestra fe que proclamamos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Saludos.

                                        P. Esteban Merino Gómez, sdb.

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