6/06/2015



MINUTO DOMINICAL
“¡Una Mesa para todos¡”

07 de Junio de 2015.
SOLEMNIDAD  DEL CUERPO Y SANGRE DE CRISTO-  Ciclo “B” –                                        
Evangelio de San Marcos 14, 12-16. 22-26
Hay tres jueves en el año que relucen más que el sol, Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión. Dos de ellos ya no son fiestas de precepto en nuestra iglesia y se han trasladado al domingo siguiente, como es el caso del día de hoy Fiesta de Corpus Christi. Este refrán nos recuerda dos fiestas que destacan la eucaristía: el Jueves Santo y la Institución de la Eucaristía y el día de Corpus Christi que resalta la presencia permanente de Cristo en la Eucaristía y en la reserva que conservamos en el Sagrario en cada templo o capilla.
El Maestro está en Jerusalén en la  Semana de la Pascua Judía. Quiere con su pequeña comunidad, los 12, celebrar la Pascua en recuerdo de la gran liberación de Dios. Su Pascua será creativa, nueva, diferente. Pasará a ser nuestra Pascua y Acción de Gracias, o Eucaristía. Los envía con una tarea: ¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer la Pascua con mis discípulos? Muchos años ha participado el maestro de la Pascua de su pueblo, con María y José; con su familia y con su pueblo. En esta ocasión la comparte con nosotros. Estábamos todos. Pedro, Juan, Santiago, Felipe, Andrés,.. Nadie faltó. Nadie podía faltar a una invitación tan relevante para Él y para nosotros. Éramos privilegiado, lo sentíamos entonces y profundizamos este sentir más todavía cuando el Maestro vivió su Pascua y se fue junto al Padre.
Decía que esta Cena había sido diferente, nueva, creativa. Absolutamente diferente de la Pascua Judía habitual. En medio de esta cena tradicional de Israel el Maestro nos involucra, nos hace participar y nos encarga una  Nueva Cena, que será la de sus discípulos, y que será  su Pascua, su gran culto de alabanza y de acción de gracias, que es lo que significa: la Eucaristía.   Durante la comida Jesús tomó pan, y después de pronunciar la bendición, lo partió y se lo dio diciendo: "Tomen, esto es mi cuerpo."  Tomó luego una copa, y después de dar gracias, se la entregó, y todos bebieron de ella.   Y les dijo: "Esto es mi sangre, la sangre de la Alianza, que será derramada por una muchedumbre. El relato de la bendición, de la consagración, del Pan y del Vino es el nuevo gesto y centro de la liturgia de los cristianos, de los discípulos de Jesús. Ésta será luego su distintivo. La Comunidad se reúne cada Domingo, Día de la Resurrección, para orar y Partir el Pan, en memoria del Maestro y repitiendo su gesto, siempre vivo, por todos los tiempos. Desde ese momento, la Eucaristía, Acción de Gracias, la Misa,.. es el centro de nuestra fe, pues en ella se hace presente el Maestro como alimento de vida  para el creyente, como Palabra anunciada y escuchada, como reunión y comunión que quienes creemos en Él y esperamos compartir la esperanza que nos ha anunciado.
En siglos pasados, desde el siglo XIII, se potenció la devoción popular de hacer procesiones y reverenciar a la Santísima Eucaristía destacando que Cristo está siempre presente en las hostias consagradas y guardadas para llevar a los enfermos y para la veneración y adoración de la comunidad. Es verdad que el signo eucarístico y natural del pan, pide, por lo que es, ser comido y alimentarse de él en la comunión en la Misa, pero no dejan de ser significativas  las muestras de veneración y culto a la Persona del Maestro siempre presente en el Pan y Vino consagrados. Este domingo nos deja el desafío: la Comunión en cada Eucaristía para alimentar nuestra vida cristiana. “No podemos vivir sin Eucaristía”, decían los mártires cristianos de los primeros siglos; y la veneración y adoración, especial en este día de la Fiesta de Corpus Christi, de Cristo, siempre presente en el Pan consagrado. Está dispuesta, especialmente cada domingo: Una Mesa para todos. La Eucaristía. Participemos, en este domingo, de una y otra. Saludos.
P. Esteban Merino Gómez, sdb.

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