6/08/2013



img_2500_ch[1]MINUTO DOMINICAL
 “Jesús se conmovió y dijo: Joven, ¡Levántate¡”

img_2500_ch[1]09 de Junio de 2013.  Domingo 10° Tiempo Ordinario. Ciclo C - Evangelio de San Lucas 7, 11-17

La muerte y el dolor van por las calles de Naím. El duelo silencioso conmueve al Maestro. Nos encontramos con el funeral en las puertas de la ciudad. Veníamos entrando, nosotros los discípulos y una gran multitud. También mucha gente del lugar acompañaba a esta madre, que salía de la ciudad y llevaba a sepultar a su hijo. Nos paramos en el camino y  le dimos preferencia  cediéndoles el paso.

Entre el rumor de la gente nos enteramos de la situación de esa familia y de quien había fallecido: llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda. Triple dolor y sufrimiento: la mujer es viuda, y por lo tanto está sola y ha perdido sus derechos, que son del marido. Esos derechos habrían pasado al hijo primogénito, pero también lo ha perdido a él, y se queda totalmente al margen de su pueblo y de su sociedad. El tercer dolor, y más radical y profundo, es el de la muerte misma, una condena o maldición en sí mismo: ha perdido a su hijo único y joven. El huérfano, la viuda y el extranjero son los más pobres en Israel porque no tiene derechos en medio de las tribus al haber perdido la herencia tribal transmitida por el varón. Por eso Dios los privilegia: No explotarás ni oprimirás al extranjero, porque también vosotros fuisteis extranjeros en Egipto. No maltratarás a la viuda ni al huérfano.  Si maltratas, él clamará a mí y yo escucharé su clamor (Ex 22, 20-22). Son los pobres entre los más pobres, privilegiados y defendidos por Dios. Se une a esta situación ‘la condena de la muerte de una persona joven’. Con la llegada del Mesías esta situación se abre a una nueva realidad de vida: Ya no habrá allí recién nacido que viva sólo pocos días, ni anciano que no culmine sus años, sino que morir a los cien años será morir joven y no llegar a los cien años será señal de maldición. (Is  65, 20). Mujer viuda. Muerte del primogénito. Triste muerte de un joven cuya vida no llego a dar su fruto.

El Maestro se para a su paso. Se acercó al féretro. Los que lo llevaban se detuvieron. Ha llegado el Mesías. La voz del profeta resonaba en el Corazón de Cristo. Jesús abre el camino, revelando la novedad de Dios que nos viene presentada en el anuncio de la Buena Noticia. Sucede así la transformación y la apertura. El Reino está preste. Los pobres, el huérfano, la viuda, el joven muerto y su maldición de los pocos años que ha vivido, ya no tienen lugar. Algo nuevo está surgiendo con la presencia del Maestro. Al ver Jesús, a la  mujer viuda, se  conmovió y le dijo. “no llores”. La defensa de Dios por los pobres ha llegado y los signos de la presencia del Reino deben hacerse patentes  en ellos. Se acercó y tocó el féretro. Jesús dijo: “Joven, Yo te lo ordeno, levántate”. Ya tocarlo es sorpresivo pues tocar un cadáver hace, ritualmente, impuro a quien lo hace, y permanecerá impuro hasta la tarde. El joven se levantó porque el Dios de la Vida ha llegado a nuestra historia.

Cuantas veces pedimos milagros y sanaciones corporales. En este caso ni siquiera se lo ha pedido su madre. Pero Dios, el Maestro, no necesita que se lo pidan. Sabe lo que necesitamos y su corazón misericordioso se conmueve y actúa. El muerto se incorporó y empezó a hablar. El contacto con el maestro le dio una nueva oportunidad de vida. Y surgió el reconocimiento y agradecimiento. El Reino está presente. Dios da nueva vida  a los pobres, a las viudas, a los jóvenes que no tienen muchas expectativas de vida. Saludos.


                                                                                       P. Esteban Merino Gómez, sdb.


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