MINUTO DOMINICAL
21 de
Abril de 2013. 4° Domingo de Pascua. Ciclo Anual “C”: Domingo del Buen Pastor- Evangelio de
San Juan 10, 27-30
Sonó
el teléfono. Antes que dijera tres palabras lo había reconocido: ¡Era mi
hermano¡ ¡Cómo no voy a reconocer su voz¡ Y me quedé pensado: ¿Cuántas voces
soy capaz de reconocer cuando suena el teléfono? Mis padres.., mis hijos… mi
señora…, mis hermanos.., mis sobrinos.., Mi familia.., mis amigos.., mis
compañeros de trabajo, … Hay voces que no se olvidan, que están sonando en
nuestra mente y que en cuanto las oímos resuenan, como eco, en nuestro corazón,
y reviven nuestra historia compartida con ellos, con ellas. Mis ovejas escuchan mi voz. ¿Cómo sonará
la voz del Maestro? ¿La has escuchado? ¿Cuál es su tono, su timbre, su
intensidad, su fuerza? ¿Cómo son sus silencios?
Cuando sonó el
teléfono no quería escuchar a nadie,.. ..pero era Él. Aquél día había muerto mi
hermano. El celular vibraba, no podía responder en ese momento, era el día de
mi matrimonio,.. era Él. Nervioso, nacía
mi hijo. Estaba atolondrado,.. me corrigen por no haber apagado el móvil,
repiquetea,.. era Él. Estaba en el hospital. La abuelita estaba muy grave,
orábamos con la familia con el signo de la “unción de enfermos”,.. se escucha
su voz,.. era Él. Estábamos en la
fiesta. Alegría. Me felicitan. Era Él. Recordé las palabras del maestro: yo las conozco y
ellas mi siguen. Yo soy el buen pastor, y conozco mis ovejas y ellas me conocen a mí, igual que mi Padre me conoce a mí, y yo
conozco al Padre.
Su voz nunca falta y
nunca falla. En los momentos más cruciales está cercana y suena como vida eterna, y me considera
de tal forma parte suya: el Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y
nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre, que se preocupa más
de mí mismo que yo. Y tengo que aceptar la verdad de los que dice el salmo: Señor, tú me has
examinado y me conoces; sabes cuándo me acuesto y cuándo me levanto, desde
lejos te das cuenta de mis pensamientos; tú ves mi caminar y mi descanso, te
son familiares todos mis caminos; no está todavía la palabra en mi lengua y ya,
Señor, tú la conoces por entero (Salmo 139).
Esa voz, la del Maestro, me cuesta en ocasiones reconocerla. Pero Él
siempre me sorprende, y me repite en los momentos difíciles: nadie puede arrebatar nada de la mano del
Padre. Y tu voz se hace en mí, oración reconocida, Cristo Buen Pastor: ¿A dónde podría ir lejos de tu espíritu, a dónde podría
huir lejos de tu presencia? Si subo hasta los cielos, allí te encuentras tú; si
bajo a los abismos, allí estás presente; si vuelo hasta el origen de la aurora,
si me voy a lo último del mar, también allí tu mano me retiene y tu diestra me
agarra. Y me vuelvo a ti, pensando: que tu voz nunca me olvide; que
resuene tu llamada en los silencios de mi vida; que tu mano no me suelte aunque
no escuche tu voz; que me busques, y me llames, como a la oveja perdida, cuando
he saltado la cerca; que aprenda a buscarte en la oscuridad de la noche; que
sigas cargando conmigo y dejando un solo par de huellas en la arena de la playa
del océano;.. Señor
eres mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me haces reposar, me conduces
hacia las aguas del remanso y confortas mi alma;..
Una voz
conocida, Tu voz Señor. ¡Que aprenda a escucharte¡ ¡Qué aprenda a conocerte
como Tú me conoces¡ ¡Gracias por escuchar tu voz¡. Saludos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario