4/19/2013



img_2500_ch[1]MINUTO DOMINICAL
“Una voz conocida”

img_2500_ch[1]21 de Abril  de 2013.  4° Domingo de Pascua. Ciclo Anual  “C”: Domingo del Buen Pastor- Evangelio de San Juan  10, 27-30

            Sonó el teléfono. Antes que dijera tres palabras lo había reconocido: ¡Era mi hermano¡ ¡Cómo no voy a reconocer su voz¡ Y me quedé pensado: ¿Cuántas voces soy capaz de reconocer cuando suena el teléfono? Mis padres.., mis hijos… mi señora…, mis hermanos.., mis sobrinos.., Mi familia.., mis amigos.., mis compañeros de trabajo, … Hay voces que no se olvidan, que están sonando en nuestra mente y que en cuanto las oímos resuenan, como eco, en nuestro corazón, y reviven nuestra historia compartida con ellos, con ellas. Mis ovejas escuchan mi voz. ¿Cómo sonará la voz del Maestro? ¿La has escuchado? ¿Cuál es su tono, su timbre, su intensidad, su fuerza? ¿Cómo son sus silencios?

Cuando sonó el teléfono no quería escuchar a nadie,.. ..pero era Él. Aquél día había muerto mi hermano. El celular vibraba, no podía responder en ese momento, era el día de mi  matrimonio,.. era Él. Nervioso, nacía mi hijo. Estaba atolondrado,.. me corrigen por no haber apagado el móvil, repiquetea,.. era Él. Estaba en el hospital. La abuelita estaba muy grave, orábamos con la familia con el signo de la “unción de enfermos”,.. se escucha su voz,.. era  Él. Estábamos en la fiesta. Alegría. Me felicitan. Era Él. Recordé las palabras del maestro: yo las conozco y ellas mi siguen. Yo soy el buen pastor, y conozco mis ovejas y ellas me conocen a mí,  igual que mi Padre me conoce a mí, y yo conozco al Padre.

Su voz nunca falta y nunca falla. En los momentos más cruciales está cercana y suena como vida eterna, y me considera de tal forma parte suya: el Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre, que se preocupa más de mí mismo que yo. Y tengo que aceptar la verdad de los que dice el salmo: Señor, tú me has examinado y me conoces; sabes cuándo me acuesto y cuándo me levanto, desde lejos te das cuenta de mis pensamientos; tú ves mi caminar y mi descanso, te son familiares todos mis caminos; no está todavía la palabra en mi lengua y ya, Señor, tú la conoces por entero (Salmo 139).

Esa voz, la del Maestro, me cuesta en ocasiones reconocerla. Pero Él siempre me sorprende, y me repite en los momentos difíciles: nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. Y tu voz se hace en mí, oración reconocida, Cristo Buen Pastor: ¿A dónde podría ir lejos de tu espíritu, a dónde podría huir lejos de tu presencia? Si subo hasta los cielos, allí te encuentras tú; si bajo a los abismos, allí estás presente; si vuelo hasta el origen de la aurora, si me voy a lo último del mar, también allí tu mano me retiene y tu diestra me agarra. Y me vuelvo a ti, pensando: que tu voz nunca me olvide; que resuene tu llamada en los silencios de mi vida; que tu mano no me suelte aunque no escuche tu voz; que me busques, y me llames, como a la oveja perdida, cuando he saltado la cerca; que aprenda a buscarte en la oscuridad de la noche; que sigas cargando conmigo y dejando un solo par de huellas en la arena de la playa del océano;.. Señor eres mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me haces reposar, me conduces hacia las aguas del remanso y confortas mi alma;..

Una voz conocida, Tu voz Señor. ¡Que aprenda a escucharte¡ ¡Qué aprenda a conocerte como Tú me conoces¡ ¡Gracias por escuchar tu voz¡. Saludos.
    
  
 
                                                                        P. Esteban Merino Gómez, sdb.

No hay comentarios: