MINUTO
DOMINICAL
“¡Los 12 de dos en dos¡”
12
de Julio de 2015.
Domingo 15° del
Tiempo Ordinario-
Ciclo “B” –
Evangelio
de San Marcos 6, 7-13
Habíamos estado en el pueblo del Maestro, en Nazaret y
la poca acogida y el desprecio de sus conciudadanos fue frustrante y
desanimador. Pero el Maestro continuó con su misión. Recorría
las aldeas cercanas, enseñando. Nosotros hacíamos el
camino con él. Ya antes, en otra ocasión, estando en un cerro al lado del lago,
nos había llamado a cada uno de los Doce por nuestro nombre: Simón,
a quien puso por nombre Pedro; Santiago y su hermano Juan, hijos de Zebedeo, a
quienes puso el sobrenombre de Boanerges, es decir, hijos del trueno; Andrés,
Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, el hijo de Alfeo, Tadeo, Simón el
Cananeo, y Judas Iscariote, el que después lo traicionó. (Mc
3, 16)-19). Desde ese momento ya éramos los Doce, un equipo, una comunidad, que
permanentemente estábamos con Él, escuchando su Buena Nueva y colaborando en su
Misión.
Pero en esta jornada
nos organizó y nos mandó de una forma nueva: Llamó a los doce y los
envió de dos en dos, tal vez para que en el diálogo por el camino nos
acompañáramos, nos animásemos y pudiéramos superar, más fácilmente, los
posibles rechazos de la gente. Ninguno de los Doce fue olvidado, es decir, fue
enviada toda nuestra comunidad, nuestra pequeña comunidad o Iglesia de los
Doce. Nadie, tampoco se negó o se restó. ¡Para eso estábamos con Él¡ ¡Éramos
Discípulos Misioneros¡ Y el Maestro nos dio unas instrucciones precisas y Él
nos envió solos en este tarea. Nos dijo que a la vuelta compartiríamos lo
vivido y evaluaríamos la tarea de la jornada.
¡Y partimos¡ No hubo muchos
cursos de formación para la misión y nadie pensó que no era capaz o que no
sabría lo que tenía que decir y Él mismo nos aseguró su presencia: Sabíamos que
el Maestro, su presencia y su poder, estaban con nosotros. Nos
envió de dos en dos, dándonos poder sobre los espíritus impuros. Nosotros
habíamos sido testigos de estas sanaciones del cuerpo y del espíritu muchas
veces. Días atrás lo habíamos visto sanar a la mujer que sufría una
hemorragia y resucitar a la hija de Jairo. Los consejos que nos dio fueron: que,
aparte de un bastón, no llevásemos nada para el camino: ni pan, ni alforja, ni
dinero en la faja; que fuéramos calzados con sandalias, pero que no lleváramos
dos túnicas. También nos dijo: «Quédense en la casa en que entren hasta que
dejen aquel lugar; y si no los reciben ni los escuchan, al salir de allí
sacudan el polvo de sus pies en testimonio contra ellos.
Y qué razón tenía.
Éramos más libres, más rápidos, más eficaces con menos carga, con menos
preocupaciones, con menos afanes de cosas que cuidar, que guardar, que
proteger, que atesorar. ¡Y partimos¡ Nos estábamos seguros. Teníamos miedo.
Casi todo en lo que el Maestro nos previno nos sucedió. Nos había advertido del
rechazo, pero que eso ya no era responsabilidad nuestra y que no estaba a
nuestro alcance. Que de ello, de las personas que han escuchado el mensaje y no
han respondido, es la propia persona la responsable y el mismo Dios, el
Maestro, quien los juzgará. La jornada fue cansadora. Caminamos quilómetros y
volvimos al caer la tarde. Vimos la fe de muchas personas. Escuchamos su
sufrimiento, esperanzas y angustias. Oramos con ellos y les impusimos las
manos. Algunos sanaron de sus males, claro que no por nuestro poder sino por el
poder que el Maestro había puesto en nuestras manos, en nuestra unción.
Fue un acontecimiento
esa jornada. ¡Los Doce Misionando¡ ¡Conocimos más al compañero de ruta con
quien nos correspondió caminar. Habla de la vida del otro y de la nuestra, y
sobre todo de la vida del Maestro y de la vida de la gente y cómo estaban como
ovejas sin pastor. Nos parecía estor seguros de ser Discípulos del Maestro
Jesús y esa jornada comenzamos a comprender que el Discípulo no era tal si no
comenzaba a salir y ser Misionero, pues la Buen Nueva del Maestro
había que comunicarla. Más tarde cuando Él murió y resucitó captamos plenamente
que si éramos Discípulos y Él ya no estaba, era nuestra tarea ser Misioneros
como Él nos había mandado en esta jornada. Y Ud. ¿Discípulo? ¿Misionero?
¿Discípulo Misionero? ¿Con quién está saliendo a recorrer los caminos
Misionando?. Saludos.

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