“Hablar con autoridad”
01 de Febrero de 2015. Domingo 4° Durante el Año – Ciclo B - San Marcos 1, 21-28

Llegaron a Cafarnaún. Llegamos a
la ciudad junto en Él. Estábamos todos con el Maestro.
Nos había llamado por el nombre a cada uno: a Pedro, Andrés, Juan Santiago,… y
comenzamos a caminar con Él, a seguirlo
a todas partes, escuchando y viendo todo lo que hacía. Y pudimos ser testigos, por primera vez, de todo lo que
decía y hacía. Esta jornada fue un
resumen de su Buena Nueva, un resumen de su Evangelio.
Como es costumbre el sábado
fuimos a la Sinagoga y el Maestro nos
sorprendió. Se puso a enseñar como un rabino. Pero el era un Rabí, Maestro,
mucho mejor que todos los que habíamos oído. Porque hablaba como quien tiene autoridad, y no
como los maestros de la Ley. Esto sorprendió a todos, también a
nosotros, que comenzábamos a conocerlo. Mientras explicaba su enseñanza entró
un hombre poseído de un mal espíritu que se enfrentó al Maestro. Nos dimos
cuenta de la lucha del bien y del mal. Pero el Maestro, sereno, con su palabra
firme, demostró quién era: Jesús le hizo frente con autoridad: "¡Cállate y
sal de ese hombre!". Y sucedió como el Maestro pedía. Todos nos
quedamos absolutamente pasmados. El asombro de todos fue tan grande que se preguntaban unos
a otros: "¿Qué es esto? Una
doctrina nueva, y ¡con qué autoridad! Miren cómo da órdenes a los espíritus
malos ¡y le obedecen!"
Toda la gente comenzó a hablar
de lo sucedido. Así
fue como la fama de Jesús se extendió por todo el territorio Tenía
fuerza lo que decía, hablaba con convencimiento, conquistaba por su presencia,
por lo que hacía y decía. Se notaba y contagiaba con sus actitudes, su mirada, sus
acciones, sus palabras…. A nosotros mismos, que estábamos cociéndole hace poco,
nos dejó sorprendidos y cautivados. ¡Quién es este que tiene una palabra nueva,
tan poderosa que domina el mal¡
Pasó mucho tiempo, después de
la resurrección del Maestro, mejor dicho, cada día que estábamos con Él, repasábamos lo vivido y poco
a poco fuimos comprendiendo: Eso era su Buena Nueva, su Evangelio. En
esa jornada, en la Sinagoga, nos mostró un ejemplo de su ministerio y de
nuestro ministerio: anuncia su mensaje, hablaba con autoridad, y realizó un signo de
salvación, que mostró su capacidad para vencer el mal, da órdenes a los espíritus malos y le obedecen. Sus
Dichos, sus Palabras, y sus Hechos, Acciones, eran el nuevo Mensaje que traía.
En esto consistía hablar con autoridad.
Llegaron a Cafarnaún. Llegamos a la ciudad junto
en Él. ¿Cuál es nuestra autoridad? ¿Cuál es nuestro poder? El poder
del Maestro es su mensaje y su autoridad es la fuerza propia de su conducta, de
su actuar, que se ejercita sanando,
perdonando, anunciando una doctrina nueva. Es la
fuera de convencer por contagio, como nos recuerda Aparecida, por la calidad de
nuestra vida como discípulos, y por la fidelidad a las Palabras del Maestro. No
tenemos otro poder o autoridad, otra ascendencia o fuerza de coacción sobre los
demás, que los Hechos y las Palabras del Maestro. ¡Que nuestra vida hable con
autoridad, como el Maestro¡. Saludos.
P. Esteban Merino Gómez, sdb.
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