4/05/2013



 MINUTO DOMINICAL
“Llevando a Cristo resucitado”

7 de Abril  de 2013.  2° Domingo de Pascua. Ciclo Anual  “C”   - Domingo de Cuasimodo –Domingo de la Divina Misericordia -   Evangelio de San Juan  20, 19-31

  Las mujeres que fueron el Primer día de la Semana a terminar los cuidados  de sepultura del Maestro Jesús se encontraron con la tumba vacía. La sorpresa es para ellas total, y con miedo y temblor van a  avisar a los hermanos de la Comunidad. Pedro y Juan llegan corriendo al sepulcro y afirman la gran novedad: ¡NO ESTÁ¡ ¡EL SEPULCRO ESTÁ VACÍO¡ Vuelven con el grupo. Siguen escondidos y en espera. ¿SERÁ CIERTO QUE ESTÁ VIVO? ¿SE HABRAN ROBADO EL CUERPO COMO PRETENDEN HACER CREER LAS AUTORIDADES JUDÍAS? (Mt. 28, 11-15) Está  por verse. Y ese Primer día de la Semana: al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.» Hasta ese momento solamente sabíamos que no estaba en la tumba. Pero ese mismo día, por la tarde, tuvimos el primer encuentro con Él. Estábamos sólo 10. Tomás había salido. Todavía con miedo y sin estar muy seguros de lo que sucedía: Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas.

            Su carnet de identidad era la crucifixión, así había muerto, por eso les mostró las manos y el costado. El asombro se va convirtiéndose en perplejidad, luego admiración, luego los discípulos se alegraron de ver al Señor. El reconocimiento les da certeza, la certeza seguridad y aflora el sentimiento de recuperar algo propio y perdido, y nace la alegría de la resurrección: ¡EL MAESTRO ESTÁ VIVO¡ ¡LO HEMOS VISTO¡ ¡NOSOTROS SOMOS TESTIGOS¡

            Como le dije antes, faltaba Tomás. Le contamos cuando volvió: «Hemos visto al Señor.», pero nunca nos creyó. Una y otra vez nos repetía: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré.» Casi enojados le repetíamos: eres un incrédulo, Tomás. Y con este apelativo lo conocemos hasta hoy. Pero el Señor no se olvido de él y conocía todo lo que nosotros le dijimos.  Ocho días después, también Primer día de la Semana, es decir Domingo, Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: «La paz con vosotros.» Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente.» Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío.» Y también él creyó, aunque necesitó verlo personalmente. Se parece mucho a nosotros. Por eso el papa ha propuesto un AÑO DE LA FE, para que como Tomás digamos cada día: «Señor mío y Dios mío.»

            Y de la expresión de esta FE en Chile, hace ya siglos, para llevar la Comunión Eucarística a los enfermos nació la fiesta que saca su nombre de las primeras palabras de la Antífona de entrada de la Celebración Eucarística: CUASIMODO, del mismo modo que a niños aliméntanos con el Pan de la Eucaristía, para vivir la fe del resucitado en la eucaristía compartida por todos los fieles.

            Todos los que estábamos esa tarde en la casa salimos de allí seguros de la resurrección del Señor y decididos a hablar de ello. Nosotros lo habíamos visto. Juan estaba con nosotros y en su Evangelio dejó por escrito esta experiencia, con una clara intención: Esto ha sido escrito para que crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengan vida en su nombre. De eso hablamos, y por eso queremos vivir llevando a Cristo resucitado.  Nosotros somos testigos. Saludos.

                                                                                              P. Esteban Merino Gómez, sdb.

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