MINUTO DOMINICAL
“¡Que nos vean la luz¡”
09
de Febrero de 2014.
5° Domingo
Durante el Año - Ciclo A –
Evangelio
de Mateo 5, 13-16
proclamando
estos domingos una de la unidades más significativas de san Mateo caps. 5-7:
Sermón del Monte, con lo más característico y típicamente diferenciador con el
contexto, judío, en tiempos de Jesús, y con el contexto pagano-greco-romano, en
tiempos de Mateo y su Comunidad Cristiana. Nos perdimos el Domingo pasado el
inicio de este discurso mateano de las Bienaventuranzas que abre este apartado.
Ustedes
son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá
a salar?. Hoy no hay lugar para cristianos desabridos,
cristianos sosos, cristianos descafeinados.
A lo largo de la semana, en la prensa mundial, en la prensa local. En
los MCS, en internet en todas sus expresiones y usos se nos está preguntando:
¿Dónde están los cristianos? ¿Dónde está la Iglesia? ¿Dónde está el papa?
Desabridos y acusados mundialmente por nuestros pecados? Desabridos y sosos por
nuestra ausencia en la sociedad, en la ciudad? Desabridos y sosos porque los
pecados y faltas de los ministros nos silencian, nos acallan y no hablamos, y
no ponemos sabor a nuestra vida de discípulos?. Dejar de ser lo que somos. No
ser fieles al Maestro. Dejar de hacer presencia. Ya no sirve para nada más que para ser tirada
afuera y pisoteada por los hombres.
Ustedes son la luz del mundo. Tome en sus manos,
por unos segundos, la lámpara de su fe. Mírela fijamente. Contémplela: ¿Está
encendida? ¿Está apagada? ¿Le está faltando el aceite de la fuerza interior del
Maestro? ¿Dónde está su luz? ¿La ha
dejado en la casa? ¿La ha ocultado debajo de la mesa y suele llevarla en los
bolsillos o en el bolso solamente para ocasione excepcionales? ¿Alguna que otra
vez la tengo un rato prendida en una a
celebración en la Iglesia?. Pero, ¿en el
mundo?: Nunca. Es muy difícil. No sé en qué mesa, en que oficina, en que calle,
dejarla, posarla para que me alumbre a mi e ilumine a quienes están cerca.
Prefiero no llevarla. Me complica mucho. Me expone y acusa mi fe. Si está
encendida porque denuncia y me obliga a estar siempre atento y discerniendo lo
que pasa a mi alrededor. Si la llevo apagada, y la ven, me cuestionan porque no
soy lo que soy, o mejor, no soy lo que digo ser. No se enciende una
lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que
alumbre a todos los que están en la casa. Ese es mi desafío y mi
tragedia: ¿Ocultando mi luz? ¿Criticad@ por llevar la vela apagada?
Y ahí estoy. A oscuras y con miedo a
encender la luz porque critica mi vida y me escudriña. Con la vela apagada
escondida en mi bolsillo o en el bolso y con la vergüenza de saber que no soy
auténti@. Y me llamo…. Cristiano,
católico, discípulo. Ustedes son la sal de la tierra. Ustedes son la luz del mundo. ¿Yo?. Sí, tú. Eres
bautizad@. Saludos.
P. Esteban
Merino Gómez, sdb.


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