“Constancia para ser escuchado”
16
de Octubre de 2016 –29° Domingo Ordinario Ciclo Dominical “C” – San Lucas 18, 1-8
No es fácil ser escuchado aunque en nuestro
tiempo se dice que estamos empoderados y que somos más conocedores de nuestros
derechos en todos los ámbitos. Puede que nos haya sucedido que hemos hecho
presenta algún reclamo, en alguna
institución, y no hemos conseguido lo que perseguíamos encontrándonos en la
situación que nos relata hoy día el evangelio de la pobre viuda de la parábola
que ejemplifica hoy Jesús.
“Jesús enseñó con una parábola que era necesario orar
siempre sin desanimare”. En pocas
ocasiones tenemos una parábola que se inicie
con el título o motivación: es necesario orar siempre sin desanimarse. El
relato hace aparecer al juez como insensible, insensato, despreocupado y hasta
injusto. No quiere oír, no quiere escuchar; no sabemos muy bien la razón de su
rechazo a la pobre mujer viuda que insistía: te ruego que me haga justicia contra mi
adversario. Su talante moral lo define en su autovaloración: no temo a Dios ni me importan los hombres, pero como
esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a
fastidiarme. Es un desalmado, insensible,
incrédulo, antisocial y despreocupado. Puede que jueces humanos cumplan algunas
o todas estas cualidades. ¿Pero podemos decirlo de Jesús y del Padre, es justo
y misericordioso?
La parábola describe una palmaria injusticia,
pero aún así, de ella se extrae una enseñanza que, desde el pecado o la
deficiencia humana, nos ayude a fortalecer una actitud frente a Dios. “Jesús enseñó con
una parábola que era necesario orar siempre sin desanimare”. La
constancia es clave. La constancia en todo lo humano, en la búsqueda de la justicia
de esta pobre mujer viuda, que por su misma condición no tiene ningún apoyo,
del esposo, del clan, de la tribu, de sus semejantes y vecinos. Es una
despojada por su situación humana y familiar. Con su constancia logra, hasta de
este juez injusto e inhumano, la justicia y que obre con ella con verdad y
respondiendo a sus necesidades que la justicia reequilibra.
Pero el Dios de Jesús no es así. No tiene
semejanza con este juez. No es olvidadizo ni desinteresado por las personas, no
se niega a escuchar, a prestar atención. Pareciera que la instancia en la
constancia en la oración no es porque el Señor sea como el juez, sino porque
nosotros no somos, ni de lejos,
parecidos en algo a esta insistente y pobre mujer que continua con su petición.
Moisés con sus brazos levantados nos muestra la
constancia y logró lo que pidió al Señor. No es que Dios no escuche sino que
nosotros somos inconstantes. No pedimos con el corazón y no tenemos verdadera
fe, ni constancia cuando pedimos al Señor.
La insistencia es la actitud que hace cambiar hasta al juez injusto.
Cuanto más Dios que es bondadoso y
compasivo. Constancia para ser escuchado. Saludos.
P. Esteban Merino Gómez, sdb.

No hay comentarios:
Publicar un comentario