“Pedro”
- Ciclo Dominical “C” – Evangelio
de San Juan 21, 1-19
Pedro
y los otros discípulos habían visto al Señor varios domingos seguidos en la
casa en la que se juntaban. La aparición de este domingo es en otro contexto
totalmente diferente, en Galilea, al lado del mar, mientras se preparaban para la actividad cotidiana de la pesca a la
que muchos de ellos se dedicaban. Este encuentro recuerda mucho el momento del
llamado de la mayoría de ellos, al lado del lago, cuando, por primera vez, el
Maestro, aunque en la noche no habían pescado nada, les invito a echar las
redes.(Lc 5, 1-11). En esa ocasión Jesús los invitó a ser “pescadores de hombres”.
Siete discípulos están juntos. Pedro se animó a ir a pescar y los otros
lo acompañaron. Sin duda en este evangelio tiene una especial preponderancia
Pedro y su diálogo con el Maestro. Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no
pescaron nada. Había comenzado su vuelta a casa, a sus pueblos de
origen y a sus actividades, que nunca habían dejado; habían vuelto a donde todo
había comenzado para ellos: a Galilea. Y vuelven a vivir una experiencia muy
semejante a la de su primer llamado. Están junto al lago y al
amanecer Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que
era Él. Jesús le dijo:”Muchachos, ¿tiene
algo para comer?”. Ellos respondieron. “No”. El les dijo: “Tiren la red a la
derecha de la barca y encontrarán”. Estas palabras producen en ellos
un eco de lo ya vivido que hace nacer en el corazón la capacidad de reconocerlo
en medio de su tarea. El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: “¡Es el
Señor¡ Ya antes del milagro de la abundante pesca ellos han
descubierto, en el corazón, que es el Señor. Pedro, el impetuoso, se tiró al agua,
para cercarse a Él y los otros arrastraron la barca hasta la orilla. Era una nueva aparición del
Señor en medio de su trabajo, muy lejos de Jerusalén, en Galilea, donde todo
había comenzado.
El Maestro prepara la comida y les dice: “traigan algunos de los pescados que acaban
de sacar”. ..Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el
pescado. El recuerdo de la cena con ellos compartida fue claro y
todos se sentaron con el Maestro alargándose el momento con un especial diálogo
con Pedro. Después
de comer, Jesús dijo a Simón, hijo de Juan, ¿me amas?. Este diálogo
da una especial relevancia Pedro, a quien llama Simón, como en el primer
llamado, y lo coloca en la preeminencia que luego le conceden todos los doce.
Las preguntas pareciera que inquietan a Pedro. Late en ellas un cierto reproche
y se trasluce una renovación del amor primero, de la primera llamada, que había
sido olvidado por parte de Pedro con sus negaciones y el abandono en el tiempo
de persecución y la muerte del Maestro. ¿Me amas? ¿Me quieres?. Las dos primeras
llamadas de atención se refieren al amor cristiano, de donación, de servicio,
de benevolencia y misericordia, de disponibilidad a seguirlo. La última
pregunta destaca más un amor de amistad, de cercanía, de confianza personal, de
encuentro cotidiano y asiduo compartir que es amistad y cercanía en el
compromiso con el amigo y fiel compañero. El Maestro muestra su profunda
amistad y confianza con Pedro a pesar de sus fallas y deficiencias. El Maestro
quiere renovar con él el amor de Misericordia y el amor de Amistad y cercanía.
Pedro, aunque no entiende muy bien este triple examen, acepta: Señor, Tú lo
sabes todo, sabes que te quiero.
Pero cada una de las preguntas por su adhesión viene acompañada con una
tarea o misión: “Apacienta
mis corderos”; “Apacienta mis ovejas”. La pesca tan importante en su
cantidad y el mandato, tres veces repetido,
del Maestro, son la reiteración, después de la resurrección del Maestro,
del llamado y el envío inicial a pescar, a pastorear, misión fundamental de los
discípulos y razón de ser de la comunidad, de la Iglesia. Los peces son mucho
porque hay que evangelizar a todos en el mundo; el mandato lo da tres veces
porque hay que reunir ovejas y corderos de todo el mundo. El llamado primero en
Galilea, al lado del Lago, se convierte en el llamado último, en Galilea, al
lado del Lago: ¡SÍGUEME¡
Pedro, Petra, usted y yo…, somos Pedro, llamados hoy por el Resucitado,
al amor primero, al primer llamado, al inicio de nuestro encuentro con Él y
sigue repitiéndonos: ¡Sígueme¡. Saludos.
P. Esteban Merino Gómez, sdb.

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